Una vez más compartimos una entrada de Mona Delahooke en su nuevo blog. En esta ocasión, Mona nos ayuda a entender mejor el diagnóstico conocido como Trastorno Negativista Desafiante.
«Cuando Stuart llegó al segundo grado, sus maestros lo habían identificado como un «niño problemático». Sabían que venía de un hogar amoroso y podía discernir entre lo correcto y lo incorrecto, pero aun así, frecuentemente empezaba peleas y causaba estallidos en la clase. A la edad de 15 años, había empezado y dejado varias terapias y escuelas especiales. Su diagnóstico principal: trastorno negativista desafiante (TND).
¿El diagnóstico fue exacto o útil?
Muchos padres me han contactado desde que publiqué una entrada en el blog cuestionando si dicho trastorno era un diagnóstico válido. Lo describí desde la perspectiva de la neurociencia como un indicador de que el sistema de detección de amenazas de un niño no está funcionando bien. Esta nueva perspectiva considera el trastorno negativista desafiante como un patrón de comportamiento defensivo, incluso cuando el niño no está realmente enfrentando una amenaza. La causa, de acuerdo con el preeminente neurólogo Dr. Stephen Porges: desafíos en la neurocepción de un niño, es decir, la capacidad subconsciente de distinguir la seguridad y la amenaza.
No estoy sola en cuestionar diagnósticos como el trastorno negativista desafiante. Los Institutos Nacionales de Salud (NIMH) de Estados Unidos han dejado claro que las categorías diagnósticas no son guías útiles para el tratamiento, como se pensaba durante mucho tiempo. En 2013 el NIMH dejó de financiar investigaciones basadas en las categorías diagnósticas del DSM, la «biblia» de la salud mental. ¿Por qué? Debido a que la investigación demostró que es más importante identificar las causas subyacentes que simplemente marcar los síntomas en una lista.
Por lo tanto, tenemos que echar un vistazo más de cerca y deconstruir el trastorno negativista desafiante.
También tenemos que abandonar viejos modelos que tratan a un niño con un diagnóstico de TND como si solo necesitara volverse más obediente, esencialmente, culpando al niño. Con demasiada frecuencia, asumimos que lo que un niño o adolescente necesita es un mejor manejo conductual, una crianza más consistente o una mejor medicación. Pero la neurociencia actual muestra lo contrario: los comportamientos que etiquetamos en TND son en realidad formas de responder al estrés. Indican un patrón de desregulación emocional subyacente que envía regularmente al niño a una respuesta de ataque/huida.
El concepto de neurocepción tiene el potencial de iluminar el pensamiento clínico cuando desarrollamos planes de tratamiento para niños y adolescentes. Coloca el pensamiento tradicional cabeza abajo: TND no es una «cosa» a ser curada, sino un indicador de que el niño está experimentando respuestas al estrés serias y a menudo impredecibles. Para ayudar a los niños que exhiben estas respuestas, necesitamos ofrecer apoyo a los niños (y a sus cuidadores) para ayudarlos a sentirse seguros, y no culpables.
Si usted es un padre, es posible que le hayan dado mensajes que simplifican el TND, como:
– Una crianza o disciplina inconsistentes están causando el comportamiento de su hijo.
– El «trastorno» está causando los comportamientos.
– Debe reprimir al niño y crear más reglas y estructura para que entienda que estos comportamientos no tendrán refuerzo positivo.
Necesitamos cambiar ese pensamiento con estos contrapuntos:
– Muchos niños de una amplia variedad de situaciones familiares son diagnosticados con TND. Por supuesto, las relaciones negligentes o abusivas causan daños en la salud mental, llevando a la disfunción del sistema de detección de amenazas y, a su vez, a comportamientos negativistas y desafiantes como respuesta al trauma. Pero muchos niños de familias estables también son diagnosticados con TND. Cuando observamos de cerca a estos niños, a menudo vemos en su historia temprana una vulnerabilidad emocional y una tendencia hacia las reacciones de ataque/huida ante una amplia gama de desencadenantes, incluyendo algunos aparentemente inocuos.
– No culpe al trastorno. Como explica el Dr. Porges, las conductas de ataque/huida son el resultado del sistema de detección de amenazas subconscientes (neurocepción) que detecta erróneamente el peligro. Esta conceptualización implica sistemas subyacentes de retroalimentación del cerebro, en lugar de pensar en el TND como un trastorno específico con una causa específica.
– Disciplinar al niño no siempre es la respuesta. La manera de ayudar a los niños a sentirse seguros no es más reglas y castigos (que hacen que el niño se sienta culpabilizado) sino más bien sintonizarse con él para ayudarlo a manejar estas respuestas intensas al estrés. Necesitamos ser investigadores en cuanto a la gama de diferencias individuales que contribuyen a la vulnerabilidad emocional de los niños, y ayudarles a construir nuevos significados a partir de las sensaciones que experimentan que conducen a los comportamientos desafiantes. Además, nuestros niños más vulnerables (incluyendo los niños que se encuentran en hogares de acogida y aquellos en el sistema de bienestar infantil) que han sufrido un trauma temprano pueden volver a ser traumatizados por los enfoques conductuales que los hacen sentirse solos y relacionalmente inseguros.
– Vea al profesional adecuado. Busque un terapeuta que entienda que el comportamiento de oposición es un indicador de las respuestas de estrés crónico. Tenga cuidado con aquellos que exhortan un «manejo del comportamiento» sin consideración de las relaciones de apoyo y amor. Evite los tratamientos que se centran exclusivamente en comportamientos observables separados de lo que está causando las emociones. (Es posible que los equipos de la escuela no sean conscientes o lo entiendan completamente, ya que este es un enfoque relativamente nuevo, pero eso no significa que no debas abogar por lo que es correcto para tu hijo).
En cuanto a los profesionales, nos animo a que reflexionemos sobre los mensajes que enviamos a los padres y los niños sobre el trastorno negativista desafiante. Cuando insistimos en que un niño puede superar estos desafíos «si sólo ella pone su mente en ello», el mensaje tiene un alto costo para el niño y en sus relaciones.
¿Y Stuart, que tanto luchó cuando niño? Sus devotos padres finalmente lo colocaron en un programa de tratamiento de día donde encontró el apoyo que necesitaba. Allí llegó a comprender algo que había sido su compañero constante desde la infancia: una respuesta persistente e implacable de ataque/huida que virtualmente tomaba su cuerpo de vez en cuando. Con esa nueva perspectiva sobre sí mismo, fue capaz de comenzar a reconstruirse emocionalmente, y seguir adelante con su vida.
Describo cómo los proveedores de todas las disciplinas pueden apoyar la vida emocional de los niños en mi nuevo libro, Social and Emotional Development in Early Intervention (Desarrollo social y emocional en la intervención temprana).
Los invito a leer mi blog, unirse a mi boletín de noticias y mi página de Facebook, donde publico recursos útiles para padres y profesionales.»
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