Una nueva entrada de Mona Delahooke, PhD., en su blog «The Visible Parent»
Para muchos padres y madres, el momento en que su niño recibe un diagnóstico de trastorno del desarrollo es un alivio. Un diagnóstico puede ser la validación de la intuición paterna o maternal de que algo no andaba bien. La etiqueta también trae beneficios adicionales: en muchos casos, el seguro de salud pagará el tratamiento.
Pero una etiqueta puede ser también un impedimento para que tu niño reciba la atención individualizada que necesita. Este es un aspecto negativo de las etiquetas del que raras veces se habla: al saber que existe un diagnóstico, los adultos en la vida del niño bajan sus expectativas, poniendo un techo invisible sobre el potencial del niño. Yo lo llamo “trastornismo”.
Con frecuencia lo observo en el sistema educativo, que tiene la responsabilidad de ofrecer los servicios esenciales a los niños con necesidades especiales. Allí, las etiquetas pueden influenciar las expectativas, porque se cree que los trastornos son limitantes. Sin duda bien intencionados, los profesionales están entrenados en la perspectiva médica de la discapacidad propia de nuestra cultura: en ella, las diferencias en el desarrollo se equiparan con deficiencias. En un modelo de discapacidad, se encasilla a los niños en estereotipos, mientras que los modelos relacionales basados en las fortalezas traen esperanza y enfatizan el potencial de cada persona.
Comparto esta observación no para acusar a los profesionales o administrativos, sino crear conciencia sobre cómo un diagnóstico puede influenciar, de manera invisible, importantes decisiones que otros toman sobre tu niño. Aquí hay algunas cosas para tener en cuenta a medida que ayudas a otros a apoyar a tu niño desde un abordaje relacional basado en las fortalezas.
- Los profesionales asumen que los comportamientos/rasgos son estables y consecuencia del trastorno. “Esto es común en niños con autismo” (u otro diagnostico), es un comentario que he escuchado en muchas reuniones de padres y profesionales en el colegio. Aunque la intención pueda ser tranquilizar a los padres, muchos de ellos me dicen que en realidad lo sienten desdeñoso. El hecho es que hay demasiadas variaciones individuales dentro del autismo y otros trastornos del desarrollo como para que las generalización sean útiles. Estas afirmaciones desvalorizan la individualidad del niño.
- Si un niño tiene una puntuación baja en las pruebas de desempeño cognitivo, descienden las expectativas de sus educadores. “Función cognitiva por debajo del promedio”, es una etiqueta especialmente dañina, porque las pruebas tradicionales de cociente intelectual suelen subestimar la inteligencia de la población con necesidades especiales, porque fueron desarrollados para niños neurotípicos. Es posible que un niño sepa la respuesta a una pregunta de la prueba, pero sea incapaz de demostrárselo al evaluador de manera verbal. Aún así los evaluadores pueden usar esos resultados erróneos para tomar decisiones importantes. La etiqueta “retraso cognitivo” reduce las expectativas, lo que resulta en interacciones y programas que no son lo suficientemente desafiantes intelectualmente.
- Una etiqueta influencia las ideas que tienen los que toman las decisiones sobre los ambientes educativos que son apropiados para los niños. Ideas preconcebidas sobre las trayectorias de aprendizaje de los niños con ciertos diagnósticos pueden inclinar la balanza a favor de quitar a los niños de una clase inclusiva hacia clases o escuelas de educación especial. Su maestra puede decir “Le está yendo bien en el curso actual, pero es muy probable que se retrase en una clase de educación general en el futuro”. Esto puede ser verdad para algunos niños, pero estas predicciones negativas son el sello del “trastornismo”. Los educadores deberían ver a cada niño como una persona individual, no basados en sus experiencias pasadas con otros niños con el mismo diagnóstico.
- Si los profesionales no notan capacidades en un niño de primera mano, cuestionan la información dada por sus padres que el niño puede hacer esas cosas cuando no están en la clínica o en la escuela. Cuando las capacidades del niño son influenciadas por una etiqueta, ver puede ser creer. Pero qué pasa si un niño sólo se siente cómodo para hacer ciertas cosas con aquellos en quienes confía más? No es poco frecuente en niños neurodiversos que sólo tomen ciertos riesgos o prueben cosas nuevas cuando se encuentran con sus padres o con los cuidadores en quienes más confían.
No hay duda que las etiquetas tienen un propósito. Las necesitamos para identificar, conseguir ayuda económica, y apoyar a los niños con necesidades del desarrollo, emocionales, o conductuales. Es importante sin embargo que los educadores o profesionales presuman competencia, para ver a cada niño no como un diagnóstico sino como una persona, un humano único e increíble, con potencial ilimitado.
El original se encuentra en:
– See more at: http://www.thevisibleparent.com/disorderism-how-to-make-sure-people-see-your-child-and-not-a-diagnosis/#sthash.cvJlcQSL.dpuf
Gracias Mona!
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